miércoles, 2 de julio de 2014

Entre los vinos blancos también hay grandes, muy grandes

Esta semana se celebró el II Salón de los Grandes Blancos de España. Tanto esta cita, como los vinos que allí se encontraban, demuestran la calidad de los vinos blancos españoles; desterrando aquella afirmación que rezaba “cualquier vino tinto malo es preferible al mejor de los vinos blancos”, si es que alguna vez estuvo acertada.

Se dieron cita más de 40 bodegas de diferentes denominaciones de origen y procedencias con vinos realizados con toda clase de uvas, desde albariño, verdejo, viura, malvasía, xarel·lo, chardonnay o sauvignon blanc, a treixadura, godello, hondarrabi zuri, tempranillo blanca, garnacha blanca, dona blanca o loureiro entre otras.
La presencia más destacada, en cuanto a número de bodegas, fue la de Rias Baixas, entre las que se encontraban los albariños de Pazo Barrantes, Pazo de Señorans o Mar de Frades. Aunque con menor presencia también podían catarse vinos de Rueda, Penedés, Navarra, Cigales, Rioja o Bizkaiko Txakolina.
Pero más allá de la procedencia del vino o la uva utilizada, era interesante ver la filosofía de la bodega plasmada en la elaboración específica de cada uno de sus vinos. Si bien se pueden encontrar vinos, buenos vinos, en la línea de los estándares de lo que puede esperar de cada uva o DO, también se encuentran esmerados proyectos que buscan desviarse por completo de los cánones establecidos.

Un de esos casos es  el proyecto Ossian. Por situación esta bodega de Nieva (Segovia) podría estar dentro de la DO Rueda, pero embotella como vino de la Tierra de Castilla y León porque están convencidos de que la uva verdejo tiene muchas más posibilidades que las que se pueden obtener dentro de las líneas de la DO. Con sus viñedos centenarios pre-filoxéricos realizan diversos vinos 100% verdejo, obteniendo en cada uno de ellos expresiones de la uva totalmente diferentes. Su buque insignia, el Ossian, da marcados toques ahumados. Sin embargo, el Quintaluna, se acerca más a los tonos mieles y florales. Ambos de alejan pues de los toques metálicos del Capitel, obtenidos por los suelos de pizarra negra de donde procede la uva para elaborarlo; o de la acidez del Verdling Trocken, un verdejo elaborado como si fuera un riesling.

Aunque también hay otras bodegas que realizan este juego, elaborando dentro de una DO, como los vinos de Celler Credo. En ellos se puede apreciar la versatilidad de la xarel·lo en función de la forma de elaboración de cada etiqueta. En esta bodega, perteneciente a la DO Penedés y situada en Sant Sadurní d’Anoia,  los vinos son biodinámicos y ecológicos, donde tienen a la xarel·lo como un credo e hilo conductor de su actividad. Así, obtienen una colección donde la uva muestra cinco caras totalmente diferentes, desde un vino joven y de fácil paso como el Miranius; a uno más aromático, con toques especiados, como el Can Credo, cuya fermentación termina con un mes de barrica, con una producción de poco más de 1.500 botellas; o el Capficat,  que no deja indiferente, dando lugar al debate de percepciones entre quienes lo catan.

Más allá de juegos con las uvas y sus posibilidades, entre los grandes blancos, no podían faltar los vinos de godello de Rafael Palacios, de la DO Valdeorras. Una bodega que ha sabido potenciar las características de esta uva, proyectando en sus etiquetas la identidad de las tierras y las viñas de las que se nutre. Sus vinos han posicionado en un lugar puntero a esta uva que ahora comienza a tener una presencia más marcada entre los vinos blancos españoles.

La variedad de los vinos en el II Salón de los Grandes Blancos era notoria. Ello pone de manifiesto la importancia de los vinos blancos a nivel nacional, gracias en parte a la labor de investigación, innovación y mejora por parte de las bodegas. Estos esfuerzos han dado como fruto una versatilidad de grandes vinos blancos que a día de hoy podrían hacer sombra a muchos tintos.




Artículo publicado en El Correo del Vino


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