miércoles, 16 de julio de 2014

Catas: formar e informar, pero ¿y entretener?


Es sorprendente cómo se ignora desde dentro del sector y los círculos en los que se alaba el vino lo poco conectada que está la gente con tal alimento fuera del mundillo. Se invierten esfuerzos en formar e informar, con mil y un datos, pero olvidan entretener.
Algunas catas para principiantes se convierten en verdaderas clases magistrales que,  si bien están llenas de conocimiento, pueden abrumar a los menos iniciados. Tal vez por eso se esté fallando a la hora de acercarse a ese consumidor que podría interesarse por el vino y, sin embargo, sale asustado con la idea de que para disfrutar de un vino hay que saber dónde se cultiva la uva, todos los pasos de elaboración, la lista completa de nombres técnicos y hasta el nombre de la madre que parió al bodeguero.
Por supuesto, hay un público que agradecerá este formato, y posee los conocimientos suficientes como para saber aprovechar todo el contenido. Pero hay que abrir el abanico de posibilidades.  Desde el sector se quiere fomentar el consumo de vino como disfrute pero ¿se puede disfrutar de un alimento cuando casi se te está evaluando al catarlo?, ¿cuando el placer que te produce el vino, aunque no tengas ni idea de cómo se ha hecho, se cohíbe por miedo a decir algo fuera de lugar?
Afortunadamente, cada vez son más iniciativas las que quieren despegarse de los formatos centrados en derramar información que arrasa con el interés de los posibles consumidores. Algunas suman al disfrute del vino el de la música, como en EnoFestival, en Madrid, donde los conciertos de música se armonizan con las catas de vino, formato que se toma ahora para celebrar el próximo 19 de julio Ribeiro Son de Viño (en O Grove, Pontevedra). O tal vez al séptimo arte, como la Muestra Internacional Wine Film 2014 en Tenerife que se desarrolla durante estos días.  Y otras tantas iniciativas que escogen una atmósfera desenfadada, unida al ocio para lograr conectar con el público.
Catas hedonistas, de múltiples formatos donde el placer debe ser el factor embriagador. Suma de placeres que probablemente sublimará el goce de la experiencia.

Otra de las posibles sumas son las múltiples que ofrece el sector de las gastronomías: ya sea en una cena con diversos platos, o centrándose directamente en el postre. Como en la cata de vinos y helados celebrada en De Vinos, un pequeño local madrileño al final de la calle Palma donde una vinoteca ocupa desde hace unos años el espacio de lo que fuera una antigua mantequería. Conservando los suelos originales de finales del siglo XVIII, una colección de botellas de vino se disponen ahora en sus estanterías y el sonido de las copas de cristal tintinea entre las conversaciones de barra que llenan el espacio.
La cata proponía el maridaje del vino y el helado con tres propuestas:
La primera de ellas, una copa de verdejo 100%, en concreto El Perro Verde, con un sorbete de limón. El juego en este punto era comparar por separado y luego en conjunto los diferentes matices de acidez. Una experiencia para entrenar el gusto, conociendo además las características generales de ese vino.
La segunda presentaba un helado de vainilla con una base de Pedro Ximénez, de Romate, donde se cataba de una forma muy golosa los toques tostados y uva pasa del generoso, suavizados por el helado. Combinación que más de uno se anotó para futuros postres.
Y la tercera, en la que el vino no se servía en estado líquido, sino en helado; elaborado con un vino 100% tempranillo, se podía intuir, tras los toques de canela de la receta, el cuerpo sutil del vino.
Una cata salpicada de explicaciones puntuales sobre las características de cada vino, con consejos para combinar postres y vinos, así como alguna que otra duda que surgía en torno al vino.
Una propuesta para todos los públicos (mayores de edad), con la que no salir corriendo, sino con la que quedarse curioseando entre la carta de vinos por copa o por botellas que ofrecen.
Por supuesto, no es la primera vez que se hace una cata de este tipo y, esperemos, no sea la última, pero se agradece que surjan alternativas para introducir amplio y gratificante mundo del vino, que a veces se muestra abrumador.  A pesar de ello, es un alimento que puede disfrutarse sin ningún tipo de conocimiento aunque la curiosidad por los procesos de elaboración, las anécdotas de cada bodega así como un mayor conocimiento del mismo puede incrementar de forma exponencial su disfrute.
Pero todo a su tiempo, vayamos copa a copa.


Artículo publicado en El Correo del Vino


jueves, 10 de julio de 2014

Albariño entre la tradición y la investigación. Bodegas Martín Códax

Las Bodegas Martín Códax se sitúa a las afueras de Cambados, Pontevedra, en pleno valle del Salnés, donde el albariño es una de las señas de identidad. Situado dentro de Rías Baixas, elabora vinos 100% albariño de gran calidad, aunque su actividad no se ha limitado a la mera automatización.

Bodegas Martín Códax toma su nombre del máximo representante de la lírica galaicoportuguesa del medievo, y cuya obra se encontró por casualidad a principios del siglo XX, en la guarda de un libro. El pergamino en cuestión, que pasaría a llamarse Pergamino Vindel, en honor a su descubridor, contiene las únicas siete cantigas que se conservan del poeta. Un nombre bajo el que, desde 1986, se mima un vino que durante años se ha elaborado en el valle del Salnés, para el que se cuenta con la uva procedente de las pequeñas parcelas con vides dispuestas en el tradicional sistema de emparrado, de unas 300 familias de la zona.

Valle del Salnés

A pesar del poso histórico del que bebe la bodega, tanto en su nombre como en las viñas de las que recoge el albariño, en Martín Códax, no sólo querían hacer un albariño de calidad, sino que quisieron dar un paso más investigando la mejor forma de hacerlo y por qué el modo tradicional daba los buenos resultados del vino albariño. “Aquí siempre se ha elaborado el albariño con una viticultura determinada y se ha reproducido porque era efectiva, pero queríamos saber por qué así salía bien”, declaran desde la bodega. 

Para ello, pusieron en marcha un viñedo experimental: Pe Redondo. Se trata de una parcela de 13 hectáreas en las que se desarrollan diversos proyectos en colaboración con instituciones gallegas y con la Universidad Politécnica de Madrid. De este modo, se investigan las mejores vías para elaborar el vino albariño así como posibles mejoras que puedan incorporarse.

En ellos se estudia, por ejemplo, cómo afecta a la uva la disposición del viñedo, el volumen de producción, las horas de luz o la ventilación. Antiguamente, y para aprovechar al máximo el espacio, las viñas se disponían en parrales, obteniendo así dos alturas en las que poder cultivar. Una colocación que es crucial para las características propias del vino albariño, pues protege a los racimos de la luz directa y gozan de mayor ventilación, lo que aporta la acidez característica de este tipo de vinos. En experimentación se encuentran viñas en espaldera y en parrales para estudiar la obtención de las características deseadas de formas diferentes.

Viñas dispuestas en parrales

También se realizan otro tipo de estudios, como por ejemplo cómo combatir el mildiu y el oidio. Debido a la propensión a estas enfermedades en el viñedo de albariño, por las condiciones de humedad, es casi imposible desarrollar una viticultura ecológica, pero sí que han realizado avances para reducir herbicidas y otros productos químicos. Su idea, por tanto, se centra más en vías para lograr la mayor sostenibilidad posible.

Un ejemplo es el abono que realizan a partir de las cáscaras de bivalvos desechados por la conservera local y los raspones y hojas de los racimos propios. Una forma de reutilizar esos desechos, aportando gran cantidad de nutrientes al suelo, sin ningún tipo de componente químico. Un abono que, según afirman, está dando muy buenos resultados. Además de dejar una curiosa estampa en la tierra del viñedo pues se pueden apreciar pequeños trozos de las conchas de los mejillones, cuando se camina por las viñas de Pe Redondo.

Otros estudios se centran en buscar alternativas de regadío, cultivo, etc., para mitigar los efectos del cambio climático; el comportamiento del albariño con diez portainjertos diferentes; o el estudio de los precursores aromáticos en función de la situación del viñedo, entre muchas otras investigaciones, siempre enfocadas para lograr la máxima calidad de la uva así como la sostenibilidad y respeto del entorno.
La investigación no termina en el viñedo, en bodega realizan además casi 100 vinificaciones diferentes en depósitos de 100 litros, con el objetivo de encontrar nuevas formas de elaboración y poder jugar con más cartas a favor a la hora de querer expresar las características deseadas en un vino.
Investigaciones que permiten un mayor conocimiento de todas las variables (clima, suelo, disposición, vinifiacación, etc.) pudiendo así controlar la calidad y el resultado final.
Es esta curiosidad investigadora la que puede hacer mejorar de forma exponencial los vinos que, sin despegarse de la tradición, han sabido potenciar las características para lograr vinos de calidad. No es de extrañar, por tanto, que determinados vinos hayan experimentado un auge en ventas y fama, despegándose de estigmas obsoletos.
 
Entre los albariños de Martín Códax se pueden degustar:

Martín Códax: en el que se puede encontrar la forma mas ‘pura’ de albariño caracterítsico del valle del salnés.
 
Martín Códax Lías: con notas a brioche y manzana asada, y untuosidad en boca.
 
Organistrum: el único de sus albariños elaborado parcialmente en barrica. Se logra así aromas cítricos en nariz, pero con toques tostados en boca.
 
Gallaecia: realizado con un alto nivel de botritis controlada, sólo se realiza en los años que se obtiene la calidad necesaria para hacerlo. Se logran toques dulces en nariz pero sequedad en boca.





Artículo publicado en El Correo del Vino

miércoles, 2 de julio de 2014

Entre los vinos blancos también hay grandes, muy grandes

Esta semana se celebró el II Salón de los Grandes Blancos de España. Tanto esta cita, como los vinos que allí se encontraban, demuestran la calidad de los vinos blancos españoles; desterrando aquella afirmación que rezaba “cualquier vino tinto malo es preferible al mejor de los vinos blancos”, si es que alguna vez estuvo acertada.

Se dieron cita más de 40 bodegas de diferentes denominaciones de origen y procedencias con vinos realizados con toda clase de uvas, desde albariño, verdejo, viura, malvasía, xarel·lo, chardonnay o sauvignon blanc, a treixadura, godello, hondarrabi zuri, tempranillo blanca, garnacha blanca, dona blanca o loureiro entre otras.
La presencia más destacada, en cuanto a número de bodegas, fue la de Rias Baixas, entre las que se encontraban los albariños de Pazo Barrantes, Pazo de Señorans o Mar de Frades. Aunque con menor presencia también podían catarse vinos de Rueda, Penedés, Navarra, Cigales, Rioja o Bizkaiko Txakolina.
Pero más allá de la procedencia del vino o la uva utilizada, era interesante ver la filosofía de la bodega plasmada en la elaboración específica de cada uno de sus vinos. Si bien se pueden encontrar vinos, buenos vinos, en la línea de los estándares de lo que puede esperar de cada uva o DO, también se encuentran esmerados proyectos que buscan desviarse por completo de los cánones establecidos.

Un de esos casos es  el proyecto Ossian. Por situación esta bodega de Nieva (Segovia) podría estar dentro de la DO Rueda, pero embotella como vino de la Tierra de Castilla y León porque están convencidos de que la uva verdejo tiene muchas más posibilidades que las que se pueden obtener dentro de las líneas de la DO. Con sus viñedos centenarios pre-filoxéricos realizan diversos vinos 100% verdejo, obteniendo en cada uno de ellos expresiones de la uva totalmente diferentes. Su buque insignia, el Ossian, da marcados toques ahumados. Sin embargo, el Quintaluna, se acerca más a los tonos mieles y florales. Ambos de alejan pues de los toques metálicos del Capitel, obtenidos por los suelos de pizarra negra de donde procede la uva para elaborarlo; o de la acidez del Verdling Trocken, un verdejo elaborado como si fuera un riesling.

Aunque también hay otras bodegas que realizan este juego, elaborando dentro de una DO, como los vinos de Celler Credo. En ellos se puede apreciar la versatilidad de la xarel·lo en función de la forma de elaboración de cada etiqueta. En esta bodega, perteneciente a la DO Penedés y situada en Sant Sadurní d’Anoia,  los vinos son biodinámicos y ecológicos, donde tienen a la xarel·lo como un credo e hilo conductor de su actividad. Así, obtienen una colección donde la uva muestra cinco caras totalmente diferentes, desde un vino joven y de fácil paso como el Miranius; a uno más aromático, con toques especiados, como el Can Credo, cuya fermentación termina con un mes de barrica, con una producción de poco más de 1.500 botellas; o el Capficat,  que no deja indiferente, dando lugar al debate de percepciones entre quienes lo catan.

Más allá de juegos con las uvas y sus posibilidades, entre los grandes blancos, no podían faltar los vinos de godello de Rafael Palacios, de la DO Valdeorras. Una bodega que ha sabido potenciar las características de esta uva, proyectando en sus etiquetas la identidad de las tierras y las viñas de las que se nutre. Sus vinos han posicionado en un lugar puntero a esta uva que ahora comienza a tener una presencia más marcada entre los vinos blancos españoles.

La variedad de los vinos en el II Salón de los Grandes Blancos era notoria. Ello pone de manifiesto la importancia de los vinos blancos a nivel nacional, gracias en parte a la labor de investigación, innovación y mejora por parte de las bodegas. Estos esfuerzos han dado como fruto una versatilidad de grandes vinos blancos que a día de hoy podrían hacer sombra a muchos tintos.




Artículo publicado en El Correo del Vino